A la primera historia inconclusa
que me aconteció, a una muy tierna edad por cierto, le escribí un final
alternativo, imaginé en aquellos lejanos años una manera mucho mejor, más agradable
y un poco más esperanzadora de terminar lo que me había sucedido en realidad.
No usé la eterna libertad que otorga el escribir ficción para crearme un final
feliz estilo Disney; eso iba a acabar con los primeros cimientos de lo que creo
eran mi sentido común, realismo y sensatez, y no iba a ayudar en nada a cumplir con el
objetivo de escribir un final alterno, que es superar de algún modo un
acontecimiento triste que no me dejaba avanzar.
Hoy estoy considerando seriamente
volver a utilizar este recurso para otra historia más reciente, por el momento
dejo aquí una de las primeras cosas que escribí y que ahora considero que
"no me quedó tan mal", Buen provecho.
Final Alternativo
Una vez sola en la habitación,
tendida en la cama aun con el uniforme puesto y quitando la sonrisa de amable
despedida que portó durante el final de la ceremonia de graduación; las
lágrimas fuertemente contenidas fueron liberadas.
Ya no importaba, ya era demasiado
tarde, no lo volvería a ver en siete años, o tal vez nunca, tuvo tanto tiempo,
tantas oportunidades de acercarse y decirle un adiós cortés aunque bastante
doloroso, eso, tal vez hubiera sido mejor que quedarse callada. Ni una palabra,
ni una sola mirada, ni un último gesto por guardar los próximos siete años.
“Somos unos estúpidos” fue lo que
aprendió de todo el tiempo que pasó en secundaria, desde el primer día hasta el
último, siempre cometió una torpeza tras otra. Muchas preguntas invadían su
cabeza: ¿Habían jugado con ella? ¿Pudo crear interés o incluso cariño en
alguien? ¿Y que hubiera pasado si… todo esto no hubiera pasado? Ya de nada
servía hacerse esas preguntas, sus respuestas no le cambiarían la historia, ni
le ayudarían a remediar las cosas. Todo iba a quedar sobre papel, cada idea,
cada deseo, cada conversación escrita con su mejor amiga y su mejor poema leído
a toda la escuela quedaban en su libreta, la misma libreta que compró en
segundo grado y la llenó en tercero, solo ahí quedaría todo.
“Si he de superar esto,
Tendré que olvidar,
Si quiero olvidar,
Habrá algo por quemar”
No le ilusionaba mucho la idea,
creyó que dentro de unos años le daría risa al leer su vieja libreta, pero por
otro lado, tener todos sus recuerdos por escrito no le iba a ayudar a superar.
Así que, con la firme intención de
prenderle fuego a sus escritos, se aproximó a su mochila para darle una última
hojeada a tantos recuerdos antes de olvidarlos para siempre.
-¡Pero qué putas! ¿Y mi libreta?-
"No espero que me perdones por
esto, solo quería quedarme con algo tuyo."
El trozo de papel y unas lágrimas
cayeron al mismo tiempo. Su libreta, su tan querida libreta, la misma que
contenía sus sentimientos más hermosos pintados de todos colores, estaba ahora
en manos del causante de su inspiración.
Se lo tomó bien después de todo, le
ahorro mucho trabajo, doloroso trabajo. Y así, como si toda la tristeza se la
hubiera llevado el viento que entraba fuerte por la ventana, sonrió, se sintió más
ligera y emprendió camino al supermercado después de cambiarse de ropa, despejó
su mente de mortificaciones y ahí la vio, una libreta profesional de 300 hojas
con un tritón y una sirena en la portada, se sintió feliz de llenar su vació
con hojas vacías.
Pasaron unos cuantos días antes de
empezar los cursos propedéuticos, estaba muy calmada, mas no significaba que no
sufriera, ya era bastante con saber que no volvería a verlo y ahora, tendría
que decirle adiós a su mejor amiga. No sería una gran pérdida, se irá a Estados
Unidos, sí; estará tres años allá, sí; pero no era lo mismo, entre ellas
seguirá la amistad que se vio muy fracturada en el último año de escuela, se
llamarían, se verían por lo menos 2 veces al año, sin contar la infinidad de
correos electrónicos que se mandarán. No era lo mismo que perder a alguien por
siete años sin saber cómo comunicarse y más aun sabiendo la poca probabilidad
de encontrarse aun después de ese tiempo. Pero tenía que decir adiós ahora,
siempre tuvo este tipo de suerte con las amigas, ahora no lo ve, pero con el
tiempo se dará cuenta de que es mejor, ya que a las amigas que no ve tan
seguido son las que le durarán toda la vida.
-¿Pero qué te hiciste? ¡Te ves bien
chida!-
Ni recordaba que el día anterior se
quitó como medio kilo de cabello.
-Pues… quería un cambio; no quería
que te fueras sin verlo.-
Hubo como un minuto de silencio
entre las dos, con sentimientos encontrados, ella no era la única que sufría la
pérdida de un chico. Hasta pareciese que las cosas fueran planeadas, ellas se
reconcilian a las tres semanas faltantes para la graduación y una después de
dicha reconciliación se enteran que tiene que irse.
Las lágrimas brotaron al mismo
tiempo seguido de un fuerte abrazo. Al final quedan las cosas que son para
siempre. Decidieron dejarlo así, una sola palabra arruinaría tan lindo momento.
La noche antes de los cursos,
agarró su nueva libreta y empezó a escribir. Escribió toda su historia, desde
que lo conoció hasta la nota que encontró en su mochila; nunca había escrito
tanto en una sola noche. Pero se dio cuenta de algo: Su historia estaba
incompleta.
No le cabía en la cabeza que su
historia terminase de manera tan mediocre ¡No! Su historia tenía que ser un
grato recuerdo. Definitivamente este no sería el final. Después de unos minutos
de meditación, llegó ese final que buscaba, y con una gran sonrisa en su rostro
y una idea nueva se aventó boca arriba a su cama y durmió.
Esa noche soñó con él, en muchos
lugares, en muchos tiempos, en muchas situaciones, sin duda alguna era él,
cambiase su voz, su piel, su mirada, sin duda era él; en la escuela, en su
casa, en la playa entre olas gigantes, en un nido del tamaño de un estadio con
cabañas abandonadas, nadando en ríos color rosa, volando sobre escobas a
cuartos secretos.
Despertó de muy buen humor, su día
de cursos no fue tan malo como pensaba, tal vez debido a la poca atención que puso y al entusiasmo enfocado a sus ideas,
todo el tiempo de clases se la pasó escribiendo en su libreta.
Su subconsciente se puso de su lado
con los sueños de esa noche, otra vez pareciese adrede, esa lluvia de sueños
correspondió brillantemente a la genial idea de anoche: Final alternativo.
No uno, si no muchos. En el
primero, su amor no se fue, lo vio un mes después de la graduación en la fiesta
de una amiga de la escuela y pudo bailar con él al final de esta. El segundo
final él pasa esos siete años buscándola, puesto que se descubre enamorado de
ella, pero ahora es ella la que viajó haciéndole a él más difícil su búsqueda.
El tercero, ella se enamora de un chico de su nueva escuela y dos años después
se reúnen su amiga, él y ella casualmente, recordando los viejos tiempos, los
tres caminando por la calle ambas a cada lado de él con los brazos enlazados y
ella diciendo: Hace dos años habríamos matado por esto.
Fue tanto lo que escribió, que
llegó a exorcizarse, pasó un año desde el día de la nota y poco a poco fue
superando todo, se volvió a enamorar, unas cuantas veces, cada vez fue
diferente, mas nunca dejó de escribir sobre él y ella, se volvió su pasatiempo
preferido, ella hacia y deshacía lo que quería, variando historias, personajes
secundarios, cualidades de los protagonistas, nombres, podía ir de lo más
trágico a lo más cómico.
Pasaron los años y ella siguió
escribiendo, pero ahora para televisoras, sus deliciosas mezclas agridulces se
hicieron populares entre la gente, le encantaba hacerles finales alternativos a
todas las historias fueran suyas o no.
Un día estaba muy quitada de la
pena en su oficina y de la nada se le antojó prender la radio, en el programa
que sintonizó estaban entrevistando a un cantante nuevo:
“Esta canción es la única que no es
mía, por eso es mi favorita; no le pedí los derechos a la autora porque espero
que me demande, así podré verla de nuevo…”
Y empezó la canción. La música era
preciosa “Quien quiera que sea la autora no debería demandarlo” pensó. Le puso
atención a la letra y se quedó helada, pasó por una especie de trance, como un
déjà vu muy largo, hasta que lo vio claro, aun sin escuchar el nombre de la
canción ni del cantante supo de inmediato quien era.
¡Esa canción era su poema, el poema
de su libreta, libreta que años atrás él se la llevó y él, ese cantante, era
él!
Todos aquellos recuerdos
disfrazados por historias y personajes fueron redescubiertos en segundos.
Sintiendo revolotear el corazón y después de una sonora carcajada que exaltó a
su asistente, pensó:
“Pobre, deberás esperar un poco más
por tu demanda, aunque me arriesgo a que tú me demandes a mi…”
FIN