lunes, 8 de marzo de 2021

Lo quiero quemar todo / El rapto de Perséfone

 

Soy Démeter, la primera que el terrón dividió con su corvo arado, la primera que dio granos y alimentos suaves a las tierras, la primera que dio sus leyes; de mí todas las cosas son regalo, ciertamente soy digna de canción.

Mi hija Perséfone jugaba con violetas y cándidos lirios que cortaba con afán de niña, casi a la vez que fue vista, fue amada y raptada por Hades, hasta tal punto fue presuroso el amor.

Ella aterrada, con afligida boca a mí y a sus acompañantes, pero a mí más veces clama, y como desde su orilla superior el vestido había desgarrado, las colectadas flores de su túnica aflojada cayeron, y tanta simplicidad a su inocente edad acompañaba, que esta pérdida también movió su virginal dolor.                          

Hades, no puede mi yerno ser: pedida, no raptada mi hija debió ser.

No más allá contuvo Hades su ira y a sus terribles caballos incitando en lo profundo del abismo, blandido con su vigoroso brazo el cetro real ocultó; la herida tierra hizo camino y los inclinados carros en mitad de la cratera recibió.                     

Mientras tanto asustada en vano busqué a mi hija, por todas las tierras, por todo lo profundo:

Señales aun así dio, y, conocido para su madre, en ese lugar en que por azar se le había desprendido, en el abismo sagrado, el ceñidor de Perséfone encima mostró de las ondas.

El cual una vez reconocí, como si entonces al fin raptada la hubiera sabido, mis no ornados cabellos se desgarré, y una y otra vez golpeé mis pechos con mis palmas.                   

La fertilidad de esta tierra, divulgada por el ancho orbe, falsa yace: Mueren los sembrados en sus primeras hierbas, el sol excesivo QUEMA y excesiva ya la lluvia ROMPE las cosechas de trigo.

Suplicantes voces escuché:

«Tus inmensos trabajos detén, no tengas ira violenta contra una tierra a ti fiel, vista fue con los ojos nuestros allí tu hija: ella ciertamente triste y todavía con terror su rostro, pero ella ahora es una reina, la más grande del opaco mundo, es ahora la poderosa matrona del tirano infernal».        

A las oídas voces quedé suspendida y cual de piedra y como atónita largo tiempo parecí, y, cuando por el dolor mi grave ausencia fue sacudida, con mis carros salí hacia las auras etéreas. Allí, nublado todo mi rostro, ante Zeus me detengo enojada, furiosa.   

«Por mi sangre he venido a ti, Zeus»,

Cómo chingados no voy a estar enojada ¡Lo quiero quemar todo, secuestraron a mi hija!

Y si me ven de negro y soy muy radical y si quemo y rompo y hago un pinche despadre en esta tierra ¿Cuál es su pinche problema? A mí me quitaron a mi hija.

 Y sí, soy una diosa empoderada y feminista y estoy que me carga la chingada, tengo todo el derecho a quemar y a romper, no le estoy pidiendo permiso a nadie, y si estoy rompiendo las cosechas es por mi hija, y yo le digo al resto de nosotras que me escucha, que la que quiera romper que rompa y la que quiera quemar que queme y la que no, que no nos estorbe, porque antes de que secuestraran a mi hija, han secuestrado, violado, asesinado a muchas, a un chingo, y cómo estábamos todas? Bien a gusto en nuestras casas llorando, bordando, cosechando. Ya no señores, se les acabó, ya rompimos el silencio y no les vamos a permitir que hagan un maldito circo de nuestro dolor.

Y si voy a hablar, voy a hablar de todas, de todas las que violan y acosan los dioses, los reyes, los hombres, a las que esclavizan los soldados, de las niñas que violan en sus cunas sus propios padres, y sus familias se quedan calladas porque su culto no se los permite, yo Démeter madre de Perséfone exijo justicia por mí y por mi hija y por todas las que nadie nombra, porque todos los días se llevan a una y otra y otra más, y no he podido resolver el caso de mi hija y ya me llegaron diez, cien, mil casos más. 

Y tu hermano mío, que también eres padre de mi hija, a ti te exijo que hagas todo para que me la regreses, porque si hablamos de todos estos casos ocurridos en la Hélade, resulta que EL VIOLADOR ERES TU.