viernes, 25 de octubre de 2013

Erich Rakkaus (parte 1)

Hace unos meses me adueñé de un diván, estar una hora cada jueves en el de mi psicoanalista no me bastaba, por eso me encantó la idea de tener uno para mi, sólo que la única finalidad de éste es tenderme a pierna suelta a leer, tejer o dormir. No es grande, pero tiene un tamaño justo; no es cómodo, pero se puede estar en el toda la noche. Quise ponerle un nombre, uno que hiciera alusión a su procedencia; pensé en la cantidad de pacientes que se recostaron ahí tiempo atrás, la cantidad de pensamientos sin orden que tomaron lugar, la cantidad de corazones que recobraron un sano palpitar, el nombre llegó por si solo: Erich por Fromm y "amor" en finés, por ser una lengua tan diferente y lejana como los casos que en el diván se atendieron.

Ya había pasado tiempo de tener a mi diván con su rebuscado nombre; mi cuarto ya se había acoplado a él, al igual que yo me acoplé a mi nueva rutina cuando empecé a tener sueños recurrentes, en ellos veía a mis exnovios, a todos, soñaba cosas que pasaron, otras que no, unos todavía me amaban (mas bien "me querían" porque dudo que alguno me amara), otros se casaban y lo más curioso es que los soñaba siempre que dormía en el diván.

Una noche en que mi sesión de psicoanálisis estuvo especialmente dramática, llegué a mi casa con el único objetivo de dormir, no quería seguir pensando en todo lo hablado minutos atrás, decidí tomar una taza de "Serena-té" una infusión de azahar, tila, pasiflora y otras hierbas, que hace apenas unos meses lograba calmarme los nervios que me hacían vomitar, supuse que esta vez sólo me haría conciliar el sueño más rápido.

Desperté en la oscuridad de mi cuarto, quise prender la lámpara pero no estaba en su lugar, busqué mi celular y tampoco lo encontré.

"Quieta"

La voz tan gruesa no me gustó para nada, no por desconocerla, si no por ser terriblemente familiar. Una lampara se prendió en el otro extremo del cuarto, era una que había tenido hace mucho y mi cuarto se veía exactamente igual a como estaba hace más de diez años. Vi al hombre que la encendió, el mismo que me habló, yo lo conocía,  pero no recordaba su nombre, lo vi detenidamente, claro que lo conocía pero no sabia de donde ni desde cuando, todo en él era familiar, sus ojos verdes, su voz ronca, sus brazos fuertes, su barba larga, su cabello negro, esa manera de pararse, esa manera de vestir y su piel tan blanca, también la cicatriz de su labio y la perforación en su ceja.

Algo en él me decía que llevábamos mucho tiempo sin vernos, pero aun así estaba al tanto de todo, sentí que en cualquier momento iba a ganarme el impulso de correr a sus brazos, y también me abordaba el instinto de huir de él si se me acercase primero. Tarde o temprano recordaría su nombre, me limité a saludarlo alzando mi mano, no supe en qué momento él ya la tenía entre las suyas. Me sorprendió con un fuerte abrazo, comenzó a respirar de mi cabello y sentí puro alivio en lugar de incomodidad.

De un segundo a otro él ya no estaba, di vuelta para buscarlo y me encontré con el único espejo que tenia el cuarto, uno de cuerpo entero pegado a la puerta del armario, en el me vi reflejada, con otra ropa, otro peinado y otra edad. Los lentes que usaba años atrás volvieron a mi cara, también los frenos en mis dientes; me dio gracia, parte de mi pensaba que era la niña más fea de toda la secundaria, pero mi parte adulta me decía "Que tonta, te veías tan tierna". Seguía viéndome en el espejo cuando él volvió a aparecer, ahora detrás de mi, reflejándose igual que yo en el espejo, su rostro y edad también cambiaron, ahora si conocía su nombre, un nombre cargado de recuerdos y emociones, su nombre era el de mi amor primero.

"Si lo que pensabas ya no es cierto. Déjalo ir"

Sus palabras, un susurro en mi oído, soltaron mil pensamientos comprimidos desde hace años, volvía a creerlos, volví a creerme débil, frágil, humillada, incapaz de idealizar un futuro realista, volví a creer que jamás lograría ser amada por alguien y estar condenada a padecer toda la vida de mal de amores. Volví a creer todo esto, volví a ser esa adolescente insegura frente al espejo cuando él me cubrió los ojos, pronunció las mismas palabras y llegó la calma; me calmé al pensar que si, en efecto, esos miedos no se han ido, pero lo que pensaba ya no era cierto, ya no era frágil ni débil, al menos no del todo, ya había aprendido a proteger mi corazón hace bastante tiempo, sólo que no me había dado cuenta, para ser fuertes solo hay que reconocer tu debilidad, protegerla y perderle el miedo al dolor... Abrí los ojos y me vi de nuevo en el espejo, vestía de blanco y portaba un enorme cuarzo rosa en el cuello. Era mi reflejo quien lucía de ese modo, yo seguía vestida igual que al momento de dormir, me movía pero mi reflejo seguía inerte, deje de hacerlo y mi yo vestida de blanco se fue.

Todo volvió a ser oscuro, y una escena parecida a la anterior comenzó, ese hombre que cambia de rostro,de nombre y de cuerpo volvió a aparecer, prendió una lampara distinta, en un lugar distinto, en una época del mismo cuarto distinta, ahora él era moreno, de cabello corto, de ojos oscuros y de baja estatura, de nuevo se acercó y me invitó a acercarme a los ahora varios espejos de las puertas del nuevo armario. Ahora yo había subido de peso, ya no tenía frenos pero si seguía con mis lentes. Él volvió a aparecer reflejado atrás de mi, ahora con un aspecto, nombre y rostro de alguien detestable, de alguien innombrable.

Mi yo de hace años se estaba enterando de todo lo que va a sucederle con el que se refleja junto a ella, de las peleas constantes, los desaires, los celos y todo el declive de su plan de vida, se entera del triste destino de él y que nada podía hacer para evitarlo, se entera que no sirvió de nada su esfuerzo por ayudarlo, el de su familia por aceptarlo ni el de sus amigos por tolerarlo, su dolor me contagió y nos ajustamos en temporalidad. Ya me encontraba llorando de nuevo, no por una causa perdida y lejana, si no por las cosas con las que me quedé con ganas de hacer: Haber estudiado más y no haber estado tanto tiempo fuera de clase, ahorrar el poco dinero que ganaba y no despilfarrar en caprichos propios y los de alguien que no lo agradecía, desarrollarme en algo nuevo o retomar aquello que dejé inconcluso.

"Si ya sabes lo que tienes que hacer de ahora en adelante, déjalo ir"

Volví a buscarlo con la mirada, él no había quitado la suya de mi, en su cara vi escritas esas últimas palabras que cruzamos hace ya dos años, esas que fueron llaves de oro que cerraron por fin la larga historia, me observaba complacido, como si él supiera el fabuloso destino que me esperaba desde antes de que yo pudiera siquiera definirlo, como si hubiera sabido desde siempre que llegaría lejos y que para él fue un verdadero regalo haber estado ahí antes de todo lo bueno que aún esta por llegar. Cerré los ojos y al abrirlos me vi en el espejo, era otra yo, un poco mayor y mucho más arreglada, con cabello y maquillaje perfectos, blusa negra y falda café muy formal, en el cuello llevaba una piedra de ámbar, este reflejo también tomó vida propia, se cercioró de que la viera y se fue.


Continuará...



martes, 1 de octubre de 2013

La última página de mi diario

Ya es un hecho, mañana empiezo.

Mañana es mi primer día de trabajo en este gran corporativo, es sin duda alguna el trabajo de mi vida, con el que pienso llegar a vieja, donde jamás habrá sin que hacer, donde hay mucho que aprender.

Hoy antes de dormir debo arreglar todas las cosas que voy a llevarme a este nuevo lugar, mi vestido, medias y zapatos, mi bolso, mi identificación, mi taza para el café que me ha acompañado en mis últimos empleos, las estatuillas de dioses mayas que me regalaron mis padres, y en sí, todo lo que ellos me han dado, su sentido de responsabilidad y compromiso, los buenos modales que me enseñaron, hablar con respeto y discreción, me llevo también todo el amor que nos dieron, también me llevo el amor que les tengo a mis hermanos, ese que brota entre bromas y regaños cuando me dicen "Mamá de fin de semana".

Me llevo a cuestas todos los ánimos y bendiciones de toda mi familia, de mis tíos, abuelos y mis tías abuelas, mis hadas madrinas, me llevo sus oraciones, sus enseñanzas, sus consejos, a todos les daré mi gratitud de mil maneras.

Me llevo también todas las lecciones de mis empleos anteriores, los formalismos del primero, la relación teoría-práctica del segundo, la paciencia y tolerancia del tercero y toda la fortaleza obtenida de los últimos.

Pero también debo dejar muchas cosas si quiero llevar todo esto sin que pese. Pienso tirar los rencores, los malos entendidos, la tristeza y todas las lágrimas que fueron derramadas por esta, los planes de vida mediocres, imposibles e inconclusos, los recuerdos tan lejanos, los sentimientos que ya no existen o que jamás existieron.

Solo mantendré guardado mi corazón que ahora está en paz y ha recobrado su sano palpitar, guardaré esa enorme rueca y todo el hilo rojo hecho en ella, hasta que llegue alguien al cual tejerle prendas. Guardaré incluso ese sentimiento moribundo, pues si ha de morir, que sea en un mar profundo.

Y a mis amigos les pediré me den un golpe certero si llego a elevarme, les pediré me obliguen a aterrizar cuando me vean despegar antes de tiempo, pues primero debo crear un camino en el suelo y ya después agarrar vuelo.

Me voy a dormir ahora, sin más por el momento, con la entera convicción de que todo se ha puesto en su lugar y todo llegó a tiempo.