miércoles, 24 de julio de 2013

El héroe anónimo

Castidad, sobriedad y pobreza. Tres votos fueron los que anuncié en mi cumpleaños y los llevaré a cabo por un año entero. Es una medida desesperada a una situación desesperada, nada en mí tenía un orden, ni pies ni cabeza y no vi más alternativa que esta, imaginaba que sería un alivio, una terapia disfrazada de castigo.

Una noche el mareo se volvió migraña, mi habitación fue perdiendo sus colores, los libros crecían y los muebles se encogían; mis pensamientos me ataron de pies y manos y sentí las palabras muriéndose en mi boca; miles de gritos retumbaban en mi cabeza, y en la vela encendida que sola iluminaba la penumbra vi dos destinos.

Primero me vi anciana, tranquila y cansada, obteniendo por fin la paz después de tantos años de histeria y caos, llena de heridas de batallas bien ganadas; me vi sola, sola después de haber tenido varias compañías, sola y vieja me vi viviendo y de pronto me vi sola y joven muriendo. Muriendo a causa de sueños inconclusos, de amores incompletos, con el cabello desprendido del cuero, con el cráneo abierto, sangrando, resquebrajándose, sintiendo el calor escaparse de entre los dedos. Y el temor se abrió paso, temor a partir y dejar tanto amor inmerecido, temor a jamás concluir algo importante, temor a ni siquiera iniciarlo.

Las visiones de los dos destinos se alejaron, pero los temores se quedaron más grandes, más fijos y más claros que nunca, el vacío hizo su recorrido de mi pecho hasta el vientre con una helada caricia, volví a ser consiente de mi propia nada y me sentí asqueada de esta no acción perpetua, los sacrificios auto impuestos me silenciaron y aturdieron por un instante eterno.

En medio del infernal desorden un atisbo de calma y lucidez apareció en busca de solución o mínimo algo que pudiera sosegar este incontenible oleaje. Saqué uno de los mensajes de mi tubo de los buenos deseos y una voz sin nombre plasmada en texto dijo:

“Qué bueno es levantarse y saber que te conozco”


Leerlo en silencio fue como pronunciar un conjuro, todo se puso en su lugar, mas no en orden. Entendí que debo seguir haciendo lo que hago, aunque haga nada; entendí que si muero joven los jazmines seguirán floreando en mayo, en agosto, en octubre o en enero; entendí que mis palabras jamás dichas se escucharon en mis acciones y que hasta el miedo que siento ahora es un regalo del cielo.

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